Theodor Heinrich Boveri nació en Bamberg, Alemania el 12 de octubre de 1862.
Fue el segundo de cuatro hijos. Su padre era médico y su
madre se llamaba Antoine Elssner Boveri. A los trece años fue enviado a
estudiar al Realgymnasium de Nuremberg, donde se graduó en 1881. Comenzó a
estudiar filosofía e historia en la Universidad de Munich, pero, después de un
semestre, cambió a ciencias naturales.
En 1881 inicia su formación en el campo de la citología,
estudiando anatomía y biología en la Universidad de Múnich; obteniendo un
doctorado como cum laude gracias a su tesis Beitrege zur Kenntnis der Nerverfasern, supervisada por el
anatomista Carl von Kupffer. Esta alta calificación le permitió ser
beneficiario de una beca para llevar a cabo sus investigaciones en el
prestigioso laboratorio de Richard Hertwig, en el departamento de zoología de
la universidad muniquesa.
En 1887 ocupó un puesto de lector y conferenciante en
zoología y anatomía en esa misma institución.
Tras finalizar el periodo de becario en 1891, el propio
Hertwig le consiguió una plaza de profesor asistente en su departamento, siendo
hasta el año 1893 cuando logra la plaza de profesor titular en anatomía
comparativa y zoología en la Universidad de Wurzburg. Al tiempo que tomaba
posesión de su puesto accedió a otros cargos importantes, como la dirección del
Instituto de Biología Emperador Guillermo en Berlin-Dahlem, la cual ocupó hasta
su muerte.
En 1898 Boveri se casó con Marcella O’Grady, una bióloga
americana que fue a Würzburg a trabajar con él. Le ayudó con frecuencia en sus
experimentos. Tuvieron una hija, Margret, que fue una destacada periodista y
escritora; y un hijo, Walter Boveri, que fue un conocido industrial.
Oskar Hertwig ya había descrito que durante la fecundación se fusionan los
núcleos del espematozoide y los del óvulo, trabajando con el huevo del Toxopneuste livide. Boveri investigó con el huevo del Ascaris megalocephala a partir de 1887 y observó que la
mitosis era un proceso muy organizado. En el de maduración del huevo había un
momento en el que el número de cromosomas se reducía a la mitad.
Boveri también trató de demostrar que la fusión de los núcleos no es la
causa del desarrollo. Demostró que aún privado de forma experimental del
núcelo, el huevo se desarrolla como un embrión cuando el espermatozoide penetra
en él, sin que haya fusión de los núcleos en ese caso concreto. Según Boveri el
óvulo era incapaz de desarrollarse porque le faltaba el “órgano” de la división
celular. Éste órgano (el cual bautizo centrosoma) no existe en el huevo virgen
y, por tanto, sería el espermatozoide quien lo aportaría.
Boveri halló mejores evidencias de la “continuidad de los
cromosomas” cuando eligió como material de investigación el erizo de mar, con
36 cromosomas por célula y la posibilidad de producir las cuatro primeras
células embrionarias con un número variable de ellos. Observó que de todos los
embriones que obtuvo, sólo los que tenían 36 cromosomas en sus células se
desarrollaban de forma normal. A partir de esto dedujo que cada cromosoma tiene
cualidades diferentes. Estos hechos demostraban una armonía entre el
comportamiento de los cromosomas y las reglas que sigue la transmisión de los
caracteres hereditarios, afirmando que los genes se localizaban en los
cromosomas y que cada uno de éstos posee un conjunto particular de los mismos:
su individualidad física. Este descubrimiento fue la base de la teoría
cromosómica de la herencia.
Sus obras más importantes son Zellenstudien (Estudios
sobre células) y Das Problem
der Befruchtung (El problema de
la fecundación).
También razonó que un tumor canceroso comienza con una única célula, en la
que sus cromosomas están alterados, causando la división incontrolada de la
célula. Fue mucho más tarde durante el siglo XX cuando los investigadores
comenzaron a creer que Boveri podía haber estado en lo cierto.
Muere en Wurzburg, Alemania el 15 de octubre de 1915.


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